19 de julio de 2022

José

A José el de la Juana siempre se le recordará por su cojera, su viejo sombrero de paja y su ronquera. Entre sus cualidades estaban las de toser sin que el cigarro se le cayese de la boca, la de abrir cervezas con los dientes y la del insulto rápido si estaba borracho. Jamás supo qué era trabajar. Ni lo intentó. Su pequeña pensión la invertía religiosamente en el bar de Paco. Cuando de sus bolsillos solo colgaban las llaves de casa, y fin de mes quedaba lejos, cantaba a los parroquianos o limpiaba el bar a cambio de unos chatos de vino.

        En el pueblo dicen que fue un chico corriente hasta llegar al internado. Ese episodio lo transformó en un ser mugriento y huraño que renegaba de Dios. Ni don Facundo, el médico del pueblo que lo acompañó a la capital, sospechó por entonces que conseguirle una paga por tonto le había abierto las puertas a una vida alcohólica. 

        Un mal día encontraron muerto a José. Muchas mañanas había amanecido en posturas imposibles sobre su banco favorito, pero aquella fue la última. Lo que más extrañó a todos fue la nota que sujetaba entre sus dedos rígidos: «Paco, tenías razón, la lejía sabe peor que el vino. Creo que la he vomitado toda, no estoy seguro. Mañana terminaré de limpiar».


Micro escrito para La Parroquia a partir de la imagen propuesta.
Junio de 2022 
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4 comentarios:

  1. Costumbrista, terrorífico. Podría formar parte de la cultura rural, el típico cuento que narra la historia del borracho tonto del pueblo. Vox populi.

    Muy bueno.

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  2. Muchísimas gracias por el comentario. Ya tengo la sonrisa toda la tarde.

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