22 de agosto de 2021

Transfórmate o muere

«Transfórmate o muere» es una antología de relatos alrededor de la figura del hombre lobo. En ella, se aportan quince originales visiones acerca de la licantropía, huyendo de los clichés y visitando distintos géneros como ciencia-ficción, fantasía, humor y, por supuesto, terror. La transformación de hombre a lobo —y viceversa— sirve como elemento de cambio radical, de ver las cosas de otra manera y de proponer una mirada a la vida influenciada por el plenilunio. O te transformas o mueres.

La antología está compuesta por los siguientes autores: Verónica Cervilla, C.G. Demian, Irene Callejas, Francisco Santos Muñoz Rico, Manuel Gris, Vicente Ortiz, Borja Alonso Alonso, Elena Romea, Tania Huerta, Roberto Bayeto, José Luis Pascual, Luis Bravo, Arima Rodríguez Vega, B.J. Sal y Lorena Escobar. Además, se incluye el artículo de Carlos Ruiz Santiago «Reivindicando la figura del licántropo» a modo de prólogo.



«Transfórmate o muere» es un proyecto nacido del podcast «Territorio Extrañer».
Puedes descargarlo gratis en ePub, moby o Pdf en Lektu.

6 de agosto de 2021

3 de agosto de 2021

No es más que un juego de niños

CONTENIDO EXPLÍCITO
ꟷNo es más que un juego de niños, Bob, no te llevará ni media hora. Yo ando muy liado esta noche y por eso te lo paso, tío. Son cuatro de los grandes. Luego tírate a una fulana o sigue bebiendo hasta reventar, pero dame una respuesta ahora o se lo pasaré a uno de los chicos.

    Años atrás, Rick y yo habíamos hecho muchos trabajos juntos. De todo tipo. Nuestra especialidad era dar pequeños golpes en gasolineras por nuestra cuenta. Dinero fácil y rápido sin ninguna complicación. Se fundía pronto, eso sí, pero mientras duraba te podías tocar los huevos todo el día, follar, comer y levantarte a las tantas después de haber pasado la noche bebiendo. En el barrio solo había dos opciones, la nuestra, o la de los perdedores que tenían que madrugar por un salario de mierda en cualquier negocio mediocre. Algunas veces, si había mucha pasta en juego, también hacíamos de intermediarios o aceptábamos encargos más arriesgados. Además del dinero, era una forma de salir de la rutina y ganarte un nombre en el ambiente. La extorsión, el tráfico de drogas o los secuestros eran nuestro día a día. Incluso dedicamos medio año a escoltar al chapero preferido de un famoso narco. Fue un trabajo cojonudo. Al cabrón le gustaba la noche, comer bien y ver a los Bulls.

    Así fue durante muchos años. Hasta que la cagué. Aquella noche iba tan borracho que aún no me explico cómo pudimos escapar de la poli con aquel viejo Cadillac que se caía a pedazos. El nuevo alcalde, muy dado al espectáculo de cara a sus votantes, había decidido montar de forma aleatoria varias comedias por los garitos calientes de la ciudad. Una de las redadas nos sorprendió bebiendo y fumando hierba en el club. Como estábamos fichados, nos escabullimos del local en cuanto nos olimos que iban a detener a los primeros idiotas que se pusieran chulos. Aunque en la calle nos dieron el alto al subir al coche, conseguimos darles esquinazo a la patrulla que nos persiguió más de media hora por las calles de la ciudad. Fue una noche rara. Después fuimos a darle lo suyo a un tipo gordo escaso de memoria. Yo estaba tan pedo como Rick, y se nos fue un poco de las manos. Casi nos lo cargamos antes de recordarle que la visita respondía a que le debía cerca de dos mil pavos al hijo puta que nos contrató. Para cerrar una gran noche, el burdel de Joe nos pareció el mejor sitio donde celebrarlo. Cualquiera que conociera la noche del Chicago de los setenta, sabrá que allí estaban las mejores putas del estado. Si a eso le añadimos que, por un poco de pasta extra podías beber sin límite y dormir la mona hasta después de amanecer, no es de extrañar que el sitio estuviera atestado de lo mejor de cada casa.

    Dormía plácidamente cuando un negro de dos metros entró en la habitación de malas maneras. La mole de músculos sin cerebro pensó que abrir puerta a puerta todas las habitaciones sería una excelente idea para dar con su chica favorita. El cabrón ya había molestado a medio puticlub y estaba desesperado. Pero al final la encontró, vaya que si la encontró. Lo que no le gustó, aparte de mi careto, es que la puta estuviera tiesa y que de su brazo aún colgara la jeringuilla que la mandó al otro barrio. Sobredosis de caballo. La droga del momento. Entre la resaca y que todo ocurrió muy deprisa, tardé un rato en darme cuenta que mi amigo Rick se había sumado a la fiesta. Golpes, voces, puñetazos, lámparas por el suelo y finalmente un disparo. Aquella bestia negra cayó como un árbol talado sobre la moqueta mostaza que amortiguó el golpe, pero que no pudo absorber toda la sangre que le brotaba del pecho. Rick y yo guardamos las pipas cuando en el pasillo ya se agolpaban demasiados curiosos. El tipo estaba muerto, la zorra estaba muerta y yo estaba bloqueado. De los borrosos recuerdos de esa mañana, solo puedo asegurar que Rick salió por patas y que luego llegó la pasma.