Apenas había podido
dormir en toda la noche. María llevaba tiempo esperando ese día y aunque estaba
agotada y con un ligero dolor de cabeza, se sentía feliz porque ese día ya
había llegado. Por un lado le aterrorizaba la idea de encontrarse cara a cara con
las personas con las que desde hacía meses, algunas incluso años, llevaba
chateando, pero por otro lado necesitaba ponerles voz y compartir con ellos
algo más que reflexiones, fotografías y bromas tras una pantalla. Además ese
día tan especial, no sólo le daría la oportunidad de conocer personalmente a
las cuarenta y cinco personas que se habían armado de valor para la quedada,
con un poco de suerte, si lograba vencer su timidez se acercaría
definitivamente a Juan.
Éste, claramente parecía sentirse atraído por María y ella lo sabía. Cuando entraban en conversación varias personas, siempre la defendía y decía medio en broma, medio en serio, que era su novia. Entonces María se quedaba bloqueada durante varios minutos sin poder escribir nada, luego, una vez recuperada, se excusaba diciendo que había tenido que salir un momento de casa.
Éste, claramente parecía sentirse atraído por María y ella lo sabía. Cuando entraban en conversación varias personas, siempre la defendía y decía medio en broma, medio en serio, que era su novia. Entonces María se quedaba bloqueada durante varios minutos sin poder escribir nada, luego, una vez recuperada, se excusaba diciendo que había tenido que salir un momento de casa.
Después de ducharse y
ponerse el vestido que días antes había comprado para la ocasión, se perfumó
tanto que su madre desde el comedor le dijo que llegaba el olor. Ella sonrió, y
sin contestar pensó que el día sería
largo y con el calor que estaba haciendo, no quería que el olor a sudor le
arruinara el día. De todas formas ya había metido en su bolso el perfume, un
desodorante y maquillaje para retocarse si hiciera falta.
Cuando se acercó a la
plaza donde habían quedado, vio una discreta pancarta donde rezaba: KDD-2012. Aún faltaban veinte minutos
para la hora fijada, pero ya estaban casi todos charlando alegremente.
Enseguida reconoció a varios amigos a los que saludó. Se sorprendió del físico
y de algunas voces a las que ella había dado forma en su inconsciente, pero
rápidamente se sintió entre amigos de verdad.
Se estaba riendo por la
broma que había hecho uno de los chicos más jóvenes, cuando unas manos grandes
y suaves desde atrás le taparon los ojos bloqueando todos sus sentidos.
-¿Quién soy? –Dijo la voz
sin apartar sus manos.
Había hablado por
teléfono varias veces con Juan, y estaba segura de que era él, pero se puso tan
nerviosa que no dijo nada. Se limitó a apartar las manos y girarse. Juan sin
mediar palabra le dio dos besos que la sonrojaron y bloquearon aún más. Por
suerte para ella, otro de los chicos de la quedada se interpuso entre ellos
dándole un fuerte abrazo a Juan y llevándoselo al grupo de una docena de
jóvenes del que había venido.
Unos minutos más tarde,
María pudo seguir hablando con sus amigos, y aunque de vez en cuando dedicaba
una mirada de soslayo a Juan, éste parecía sentirse cómodo con su grupo.
Empezó a sentirse
contrariada, desde luego estaba enamorada de Juan, pero a la vez prefería que
éste se mantuviera distante, al menos por el momento, ya que el día sería muy
largo y prefería ir muy despacio.
El grupo empezó a caminar
hacia el restaurante donde comerían. Una vez allí los camareros sirvieron en la
barra un aperitivo mientras colocaban las mesas del comedor. María aprovechó
para saludar a la gente con la que no tenía tanta relación, pero a la que le
apetecía conocer. Cuando alguien dijo que podían entrar al comedor, Juan la
cogió de la mano y en silencio la llevó hacía dentro para que pudieran sentarse
juntos.
Apenas probaron bocado, y
las dos horas que duró la comida, las pasaron charlando y riendo. María no se
había sentido tan feliz en toda su vida, estaba sentada junto a la persona que
amaba, él parecía corresponderla y además estaba venciendo su timidez.
Siguiendo el itinerario
marcado, tras la comida fueron a hacer una visita guiada al Templo de Debod. La
pareja, atendiendo a cada palabra del guía, no se separó ni un instante. Luego
el grupo dando un agradable y tranquilo paseo entró en una sala de cine donde
estrenaban un documental sobre historia. Juan y María volvieron a sentarse
juntos. Cuando las luces se apagaron y la pantalla empezó a mostrar una serie
de bellas imágenes, Juan se acercó a María, ella se giró y como si de un guión
se tratara se dieron un largo y apasionado beso en los labios. Luego vino otro,
y así durante todo el documental. Cuando las luces del cine iluminaron la sala,
tuvieron que aguantar alguna broma de los que les habían visto, pero a ellos no
les importó.
El día estaba tocando a
su fin y todos eran conscientes, por eso otras dos parejas aprovecharon esas
últimas horas, y se despidieron para ir lugares más tranquilos, lejos de las
miradas de algunos que ya estaban empezando a criticarles.
María decidió que ya era
hora de irse a casa, estaba refrescado, y como le había prometido a su madre
que llegaría antes de anochecer, no quería preocuparla. Juan le propuso
acompañarla, pero ella no quiso, prefería acompañarlo a él hasta su coche, ya
que él vivía en otra ciudad y aún tenía unas horas por delante conduciendo.
Durante el trayecto, que lo hicieron cogidos de la mano, no pararon de hablar.
Juan, que llevaba atado un fino jersey a la cintura, se lo puso a María sobre
sus desnudos hombros, ella le miró y volvieron a besarse en mitad de la
concurrida acera.
La despedida fue muy
pasional, y aunque deseaban terminar la noche en un hotel, ambos querían ir
despacio. Ya tendrían tiempo de planear una nueva cita.
A la mañana siguiente
María llamó varias veces al móvil de Juan, pero una voz le decía una y otra vez
que ese número no existía, o el abonado lo había dado de baja. Tampoco se había
conectado a internet. Decidida, marcó el número de su casa.
-Si, dígame -contestó
una voz madura de mujer.
-Hola me llamo María, soy
amiga de Juan, y quería hablar con él si es posible.
-¿Perdón?
-Soy María –dijo ésta de
nuevo-. Ayer estuve con Juan y se dejó olvidado su jersey, ¿podría decirle que
me llame cuando pueda?
-Señorita, ¿qué broma
macabra es esta?
A María no le salieron
las palabras, no entendía qué quería decir la mujer que supuestamente era madre
de Juan. Tras unos segundos de silencio entre ambas, María lo intentó de nuevo:
-Perdone señora, puede
que no me haya entendido, yo pregunto por Juan. Es que ayer estuvimos juntos
con otros amigos y quedamos en llamarnos, pero su teléfono parece estar mal.
-Si se trata de una broma
pesada, creo que ya me has hecho suficiente daño -dijo secamente-, no insistas, por favor, y no vuelvas a llamar aquí.
La mujer empezó a llorar
al otro lado del teléfono. María estaba cada vez más nerviosa y perdida, pero
tenía que saber algo más, quizás la mujer no estaba bien. Insistió:
-Señora, siento haberla
entristecido, yo sólo quería saber si Juan está bien.
-Lo que estás haciendo es
de muy mal gusto, por favor no vuelvas a llamar nunca más. Es imposible que
Juan estuviese ayer contigo ni con nadie más, ayer hizo tres años que mi hijo
Juan murió en un accidente de tráfico.
Adaptación de una vieja leyenda urbana.
Vicente Ortiz Guardado.
Vicente Ortiz Guardado.
Muy chulo,pero esto es una historia de fantasmas jejeje
ResponderEliminarGracias. Hombre de fantasmas o de lo que quieras imaginar, hay varias lecturas.
ResponderEliminarMe encanta!!!!!!
ResponderEliminarVicentin es muy chula y no se porque me recuerda a algo, sobretodo el principio jeje.
Sigue así mi amor.
Muchas gracias.
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