En cuanto me vio llegar, la
enigmática joven me miró profundamente. Luego, pareciendo ignorarme miró al
frente y levantó los brazos diciendo algo incomprensible. Entonces aparecieron
cientos, puede que miles de pájaros negros que apenas dejaban ver el cielo. La
chica volvió a mirarme sin parar de hablar, pero entre los graznidos y el
aleteo me fue imposible oír lo que decía. Nos separaban unos cuatro metros,
pero su mirada cada vez era más penetrante y aunque en ningún momento me vi
amenazado por ella, la impresionante bandada de pájaros empezó a sugestionarme.
Cuando ella volvió a mirar al frente aproveché para salir corriendo. No quería
seguir allí ni un segundo más. Buscando protección, me oculté tras el enorme
troco de un viejo árbol. Me senté en el suelo, apoyé la espalda y cerré los
ojos un instante, quizá unos minutos, no estoy seguro. Quería desaparecer de
allí, pero ¿cómo?
El diabólico sonido de aquellos
pajarracos empezó a desvanecerse poco a poco. Abrí los ojos. Respiré
profundamente y miré a mi espalda. La chica ya no estaba y los pájaros se veían
avanzar en el horizonte como una enorme nube negra preparada para descargar. Sin
pensarlo me levanté y salí corriendo. Después de bajar la loma de aquel monte
paré para coger aire. Sudaba. Tras una llanura casi desértica, a unos dos o
tres kilómetros se veía un pequeño pueblo. Antes de continuar miré atrás para
asegurarme que estaba solo. Tras confirmarlo, comencé a correr de nuevo
respirando con más dificultad. Mis piernas cada vez estaban más agarrotadas y
cada paso que daba era un pequeño castigo. Al poco rato empecé a toser y tuve
que parar de nuevo.
No había sido buena idea quedar a
través de internet con aquella chica misteriosa. Desde que nos conocimos todo
había sido muy raro, pero algo en ella me atrajo desde el primer saludo y tras
unos días de insistencia acepté aquella estúpida cita. Me aseguró que no me iba
a olvidar de ese día, pero a cambio yo tenía que desplazarme hasta aquel remoto
lugar en el que lo único que quedaba eran las ruinas de un viejo castillo
olvidado al que algún estúpido había llenado de pintadas con símbolos que no
había visto antes.
Un poco más tranquilo decidí continuar
la carrera. Las primeras zancadas fueron golpes rígidos que apenas controlaba y
a punto estuve de caer al suelo, luego cogí el ritmo y aunque estaba muy
agotado, ver las casas cada vez más cerca me animó a seguir. Miré atrás sin
parar de correr y entonces ocurrió; tropecé con algo y entre una nube de polvo
caí al suelo. Con la manga de la camiseta me limpié el sudor de la cara y
cuando alcé la vista… allí estaba ella, a pocos metros me miraba sin expresión
en la cara. Un escalofrío recorrió mi nuca cuando me levanté. Mis piernas
temblaron, no sé si por el cansancio o por el miedo que, esta vez sí me provocó
su presencia.
―Soy la única ―dijo casi en susurros―, ya no hay vida a mi alrededor.
No fui capaz de hablar. Estaba tan
bloqueado que ni siquiera reaccioné cuando apareció uno de aquellos pájaros
revoloteando entre el polvo para posarse finalmente en su hombro.
―Ven a mí ―continuó mientras se acercaba―, no tengas miedo, ya ha pasado todo.
Quería desaparecer de allí y no
volver a saber de ella, pero estaba tan agotado que ni me planteé volver a
salir corriendo. Sentí que mi voluntad le pertenecía, estaba totalmente a su
merced y alguna fuerza desconocida me impedía moverme.
―¿Qué está pasando? ―pregunté tembloroso.
Justo en ese momento vino una fuerte
racha de viento que nos envolvió en un pequeño tornado. Cerré los ojos para
protegerme. Cuando los volví a abrir la tenía a dos palmos de mi cara. El
viento paró y fue cuando me di cuenta que en su cara no había ojos, solo dos
terroríficas y oscuras cuencas…
…Reaccioné y caí de la cama. Por
suerte había sido el sueño que llevaba repitiéndose tres noches seguidas. Miré
el reloj, era hora de levantarme.
Me senté a la mesa para tomarme un
café y ojear el arrugado periódico que mi padre acababa de devorar. Normalmente
siempre empiezo por las últimas páginas, pero esta vez empecé por el principio.
En portada aparecía a todo color una imagen que me impactó. Sin tiempo que
perder, empecé a leer el artículo que figuraba en el interior. Era terrible; un
avión se había estrellado cerca de mi ciudad y no había supervivientes. Al
final del párrafo ponía que habían cerrado la edición del periódico poco tiempo
después del accidente y que seguirían informando en la edición digital del
periódico.
Encendí la tele y busqué el canal de
noticias. El destrozado fuselaje del avión se había desperdigado cientos de
metros. La amalgama de sanitarios, bomberos y policías se movía de un lado a
otro entre los restos. Subí el volumen.
―Fuentes cercanas al ministerio ―decía la reportera― nos han confirmado que una insólita bandada de aves han sido
la causa del siniestro. Teniendo en cuenta a la altura que volaba el avión, aún
se desconoce cómo los pájaros pudieron entrar por las turbinas de los motores
haciendo que éstos pararan. De momento sólo hay un superviviente, se trata de
una chica de unos treinta años, aún sin identificar.
Entonces apareció la imagen de una
joven que estaba siendo atendida. Era ella. Miró a la cámara y, aunque no se
entendió bien, sus labios dijeron claramente: Soy la única.
Escúchalo en IVOOX
Vicente Ortiz Guardado.
Septiembre 2013
Derechos de autor: Relato registrado en Safe Creative. Código de registro 1803056011032
Derechos de autor: Relato registrado en Safe Creative. Código de registro 1803056011032
No hay comentarios:
Publicar un comentario
¿Qué te ha parecido? Puedes hacer un comentario y compartir la entrada. Gracias.