Llevaba
tres días sin salir a la calle cuando me decidí a sacar las cosas del viaje que
aún seguían en una vieja maleta de piel. Por más que busqué el dinero, no lo
encontré. Alguien había aprovechado cuando hablaba con el capitán y me había
robado todo. Maldije al barco, al capitán, al viaje y todos los que me
acompañaban. Nunca debí dejar sola a mamá. Ahora, solo y sin dinero, qué sería
de mí.
Esa
misma tarde sonó un golpe en la puerta. Era Zamboo, que venía a hacerme una
visita. Le hice pasar y le conté todo lo que había pasado, él se puso muy
serio, jamás lo había visto así. Luego se puso aún más serio, me dijo que ya
nunca volveríamos a vernos porque había hecho algo de lo que se avergonzaba y
quería dejar la isla para siempre. Le pregunté de qué se trataba, por si
podía ayudarle y entonces se desmoronó. Me temí lo peor, algo en mi interior me dijo que había
hecho algo terrible.