Apenas había podido
dormir en toda la noche. María llevaba tiempo esperando ese día y aunque estaba
agotada y con un ligero dolor de cabeza, se sentía feliz porque ese día ya
había llegado. Por un lado le aterrorizaba la idea de encontrarse cara a cara con
las personas con las que desde hacía meses, algunas incluso años, llevaba
chateando, pero por otro lado necesitaba ponerles voz y compartir con ellos
algo más que reflexiones, fotografías y bromas tras una pantalla. Además ese
día tan especial, no sólo le daría la oportunidad de conocer personalmente a
las cuarenta y cinco personas que se habían armado de valor para la quedada,
con un poco de suerte, si lograba vencer su timidez se acercaría
definitivamente a Juan.