10 de junio de 2013

Un templario en la ciudad

—¡Venga rápido! Que el abuelo Emilio ya habrá llegado y hasta la hora de comer nos puede contar alguna batallita de esas que tanto le gustan —dijo Juan María a su primo César.
—Vamos corriendo —contestó éste—, que tu hermano ya estará allí esperando.
Cuando los dos primos llegaron a la casa, su abuela Eloísa ya estaba preparando la comida. Pasaron de largo y entraron directos a la salita. En su sillón, su abuelo ya estaba contándole algo a Vicente que, con cara de admiración, escuchaba atento sus palabras.
Los dos niños no dijeron nada para no interrumpir. Acercaron unas torneadas sillas negras con el fondo de junco a la mesa camilla y se acomodaron en silencio.