—¡Venga rápido! Que el abuelo Emilio ya habrá
llegado y hasta la hora de comer nos puede contar alguna batallita de esas que
tanto le gustan —dijo Juan María a su primo César.
—Vamos corriendo —contestó éste—, que tu
hermano ya estará allí esperando.
Cuando los dos primos llegaron a la casa, su
abuela Eloísa ya estaba preparando la comida. Pasaron de largo y entraron
directos a la salita. En su sillón, su abuelo ya estaba contándole algo a
Vicente que, con cara de admiración, escuchaba atento sus palabras.
Los dos niños no dijeron nada para no
interrumpir. Acercaron unas torneadas sillas negras con el fondo de junco a la
mesa camilla y se acomodaron en silencio.