1. El
investigador.
El antiguo oficial de Scotland Yard dejó atrás
el edificio de las nuevas dependencias policiales en silencio y negando con la
cabeza. Tenía un solo día para contestar y no ayudaban las formas en las que se
había solicitado su colaboración. Como necesitaba estar a solas y meditar la
respuesta que debía darle a Daniel, bajó caminando despacio por Victoria
Embankment. Al llegar al Támesis, encendió un cigarrillo mirando a los
trabajadores que remataban las obras del nuevo alcantarillado.
Charles Moore era un hombre serio y educado
que alcanzaba la cincuentena, pero por su físico no aparentaba más de cuarenta
años. Alto y a pesar de su amplia espalda, lucía una figura delgada, casi
escuálida. Con el pelo largo, totalmente rasurado y con las patillas más cortas
de lo que dictaba la moda, nadie diría que había pasado más de media vida
trabajando en la policía de Londres.
Le irritaba sobremanera que sus antiguos
colegas recurrieran a él ahora que trabajaba por su cuenta. Pero lo que más le
había indignado de aquella cómica reunión, fue que Lord Howard, un viejo
ricachón, y Albert, su inseparable hombre
para todo, quisieran participar en el caso. Dónde habían quedado la
metodología y la discreción con la que tan buenos resultados en el pasado
habían hecho del cuerpo un ejemplo envidiado por todas las policías de Europa.
Estaba cansado de que lo citaran para asesorar o dar un punto de vista diferente
al de sus investigadores y a pesar de que pagaban bien, casi siempre se negaba
o buscaba alguna excusa aludiendo que tenía mucho trabajo. Para su desgracia, esta
vez, el oficial de mayor rango con el que habló, era un viejo conocido de
nombre Daniel, con el que había compartido demasiados años de experiencias. Se
conocían bien y le costaba negarse cuando éste era quién le pedía ayuda. Por su
expresión, gestos o Dios sabe qué, el veterano oficial sabía perfectamente si a
Charles le interesaba un caso y entonces lo presionaba hasta convencerlo.
En reiteradas ocasiones le había dejado clara
su opinión sobre el caso de William, el médico desaparecido, pero la influencia
de altas esferas estaba poniendo contra las cuerdas al cuerpo y de ahí su
insistencia para que les ayudase. Demasiada gente adinerada se había preocupado
por la desaparición del galés, uno de los personajes más ilustres desde que se
trasladó a Winchester. El caso era interesante y muy bien remunerado, pero que
dos civiles con ganas de aventura formaran parte de la investigación, no
ayudaba en absoluto y por eso había hablado con contundencia ante las miradas
inquisitorias del viejo Lord Howard y Albert, su ayudante. Finalmente aceptó el
caso, aunque lo haría a su manera y compartiendo solamente lo estrictamente
necesario. Si llegaba el caso, daría pistas falsas para que los dos patanes no
entorpecieran sus pesquisas. A él le gustaba trabajar en solitario.