El tentador la liberó de los grilletes y le exigió que revelara su nombre.
Ella alzó la mirada con desprecio. Con odio.
—Viktoria —escapó al fin de sus labios.
El ser supo que mentía, sin embargo, recordó el poder de su voz en otras gestas y le concedió la transformación. Contrariado, no tuvo tiempo de asimilar cómo la heroína lo barría con solo un suspiro.